
Clase en el Museo
Web de Historia del Arte de 2º de Bachillerato

Noviembre
“–¡Día de Difuntos! –exclamé.
Y el bronce herido que anunciaba con lamentable clamor la ausencia eterna de los que han sido, parecía vibrar más lúgubre que ningún año, como si presagiase su propia muerte. Ellas también, las campanas, han alcanzado su última hora, y sus tristes acentos son el estertor del moribundo; ellas también van a morir a manos de la libertad, que todo lo vivifica, y ellas serán las únicas en España ¡santo Dios!, que morirán colgadas. ¡Y hay justicia divina!
La melancolía llegó entonces a su término; por una reacción natural cuando se ha agotado una situación, ocurriome de pronto que la melancolía es la cosa más alegre del mundo para los que la ven, y la idea de servir yo entero de diversión...”.
El día de difuntos de 1836, Mariano José de Larra
El primer día del undécimo mes del calendario nos sirve de recordatorio año tras año de que debemos rendir tributo a nuestros muertos, porque como dice Bécquer "¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!" . Noviembre es sombrío y frío que nos anticipa lo que está por llegar en el invierno. Es un mes triste como bien nos lo transmite tanto las palabras de Larra como la obra seleccionada: Doña Juana la Loca.
Francisco Pradilla y Ortiz hace en 1877 una de las mejores pinturas de historia del Romanticismo. Con esta obra, y a la corta edad de 29 años, alcanza su culmen en su carrera. En ella nos muestra, en todo su esplendo de romanticismo y melancolía, a la reina castellana Juana I, más conocida como Juana la Loca.
La composición se vertebra a través de la regia figura de la soberana, la cual ataviada con un lúgubre y pesado vestido de terciopelo negro, se halla de pie contemplando con una mirada enajenada el féretro de su esposo Felipe El Hermoso. La escena representada por el autor nos narra el traslado de los restos del monarca a Granada, el cual está enterrado en la Capilla Real de la ciudad nazarí.
Pradilla representa a una reina en avanzado estado de gestación con aspecto de triste belleza y con sus atributos de viuda como lo demuestran los dos anillos que luce en uno de sus dedos. Ubica la escena en una atmósfera de paisaje desolador y gris, siendo este el color predominante dentro de una paleta de tonos negros, dorados y rojos. La corte contempla callada y pacientemente ese velatorio de dolor, pena y amor de su reina hacia su esposo fallecido.